La educación es una herramienta básica para la formación profesional. Los estímulos generados sobre esta etapa son necesarios si entendemos que de ello depende quiénes y cómo serán los ciudadanos que lideren el futuro.

Es nuestro deber desarrollar programas de formación e inserción laboral que estimulen, desde el inicio, el entusiasmo. Es en esta etapa donde los jóvenes están motivados al cambio, a aprender. Implicarse en un proyecto aumenta la autoestima, incita la curiosidad, la participación y el trabajo en equipo. Allí se reconoce al individuo como parte de un ecosistema social, donde puede aportar bajo una actitud proactiva y decidir cómo desarrollar su carrera profesional.

De esta forma se devolverá a la sociedad individuos más felices, encaminados hacia sus metas y objetivos, con la certeza de poder desarrollarse como profesionales, artistas, empresarios, formadores, o “lo que ellos quieran”, teniendo el convencimiento de haberlo elegido.